Sentido nacional y patología nacionalista

La nación se muestra en la sociedad contemporánea como un instrumento útil para la configuración territorial de las colectividades humanas, para la gestión de las más importantes decisiones políticas y su relación con entidades análogas o en organismos internacionales. Sin embargo, no pocos tratadis...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Martinez Echevarria Garcia de Dueñas, Alvaro
Otros Autores: Iturmendi Morales, José (null)
Formato: text (thesis)
Lenguaje:spa
Publicado: Universidad Complutense de Madrid (España) 2016
Acceso en línea:https://dialnet.unirioja.es/servlet/oaites?codigo=157720
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Descripción
Sumario:La nación se muestra en la sociedad contemporánea como un instrumento útil para la configuración territorial de las colectividades humanas, para la gestión de las más importantes decisiones políticas y su relación con entidades análogas o en organismos internacionales. Sin embargo, no pocos tratadistas afirman la polisemia del término "nación", la consecuente dificultad en objetivar su contenido y la imposibilidad técnica de definirla. El peso específico de quienes mantienen esta postura y los perjudiciales efectos políticos que se producen por la utilización interesada de esa indefinición, obligan a una reflexión más profunda y a una réplica razonada. La aceptación del carácter polisémico del término "nación", propicia que pueda ser aprovechada por quienes desean destruir realidades políticas asentadas o la convivencia pacífica de sociedades abiertas. En cualquier caso, pese al respeto intelectual que puedan merecer los autores que propugnan la asunción de la imposibilidad de objetivar el concepto, se observa que las objeciones que realizan son fácilmente cuestionables. La Historia muestra cómo realidades análogas a las naciones que hoy conocemos no siempre se denominaban "naciones", pero también evidencia que la realidad "nacional" existió desde tiempos remotos. La condición de "Ámbito natural de convivencia" que la nación posee, hizo que las colectividades que en ellas habitaban instituyeran organismos políticos con atributos que -en lo esencial- no son muy distintos de los de cualquier nación contemporánea. El territorio considerado como una "propiedad" exclusiva, la organización administrativa que regía de modo soberano la convivencia interna, la "Alteridad internacional" o la unidad de proyecto, son elementos que caracterizaban a entidades políticas que son el origen de algunas naciones actuales. Es muy clarificadora la existencia en los individuos de dos de los más importantes efectos que la nación suscita; uno de ellos es de índole afectiva, el otro apela al intelecto. Éste último es el "Sentido nacional": una convicción que racionalmente vincula a la persona con una entidad de convivencia que se valora como superior y obliga a adoptar sacrificios en aras al beneficio de la misma. Esta actitud, habitual en cualquier individuo, es muy necesaria para el desarrollo de la nación. El otro efecto es el "Sentimiento nacional", que define las manifestaciones de vinculación emotiva hacia la nación y hacia sus símbolos. Este hecho ni se da en todas las personas ni se produce con igual intensidad; tampoco es imprescindible que exista, aunque contribuye a que los sacrificios a los que obliga el "Sentido nacional" sean más llevaderos por la calidez del "Sentimiento". Cuando surge un grave problema es ante un "sentimiento" carente de "sentido", pues el valor intrínseco de la realidad nacional no obsta a que existan patologías derivadas de ella. El sentimiento nacional distorsionado que exagera la consideración virtuosa de los rasgos propios, es una de las características del "Nacionalismo de afirmación". Por otra parte, la xenofobia nacionalista incluso genera problemas de convivencia interna entre los ciudadanos de la propia nación a los que, supuestamente, pretende cohesionar. Del mismo modo, el "Sentimiento nacional" orientado hacia una entidad política inexistente es la otra muestra de la patología nacionalista, esta vez en la vertiente de "dispersión", que es capaz de destruir sociedades estables e históricamente consolidadas.