Políticas públicas: bienestar, reconocimiento, simulacro

Las políticas públicas son hijas del crecimiento de los Estados posrrenacentistas y de las necesidades de planificación administrativa de sociedades de masas. Las políticas conservadoras afirman la subsidiariedad del Estado, se centran en la familia y en el temor a la democracia y a los sindicato...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Rafael Bayce
Formato: article
Lenguaje:PT
Publicado: Universidade do Vale do Rio dos Sinos (UNISINOS) 2008
Materias:
H
Acceso en línea:https://doaj.org/article/04dcd978f99e4bef890a88ff05efbc0a
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Sumario:Las políticas públicas son hijas del crecimiento de los Estados posrrenacentistas y de las necesidades de planificación administrativa de sociedades de masas. Las políticas conservadoras afirman la subsidiariedad del Estado, se centran en la familia y en el temor a la democracia y a los sindicatos. Las liberales se anclan en la corrección de fallas del mercado y de contingencias biológicas. Las socialdemócratas, más ambiciosas, aspiran a una previsión de todas las contingencias y desigualdades ilegítimas, desde un Estado orientador del mercado y no subsidiario. Los Estados de Bienestar surgen del intento de superar recesiones, desempleo y malestar social desde la inversión, hasta deficitaria, de Estados que esperan luego recuperar su inversión. Las nociones de soberanía y de derechos humanos dificultan ese retorno y nutren un crecimiento progresivo de los imaginarios de consumo que erosionan un sistema inicialmente exitoso, desde que no son más inversiones e intervenciones de emergencia sino parte del cálculo de bienestares colectivos e individuales. Son víctimas de su éxito. Pese a que los neoliberales subrayan las insuficiencias teóricas y los fallos históricos de las políticas públicas clásicas, llegados al poder todos las aplican porque la cultura política los supone y enfrentarla sería electoralmente suicida. Hasta los marxistas lo hacen. Sin embargo, la sociedad de consumo y la cultura posmoderna van creando un progresivo hiato entre la moderna oferta tecnoburocrática iluminista de satisfactores, y la más reciente demanda, socialmente mucho más exigente y variada. Deberían disfrutar, por ende, de utilidad marginal político-electoral decreciente. Pero en la medida en que son apreciadas, no por su sustancia material, sino por el reconocimiento simbólico que implican, y porque las poblaciones-objetivo han internalizado como legítimas las ofertas iluministas, paterno-maternales, las políticas públicas todavía disfrutan de potencial satisfactor y retorno político-electoral, simulacro paradojal à la Baudrillard.