Europa y el barroco por los viejos caminos de la unidad

En 1957, Europa vivió un momento clave en el proceso de su unificación, y qué mejor forma de celebrarlo, se pensó, que con una exposición a la moda, Il Seicento europeo, que, bajo las alas del Consejo de Europa, marcó una nueva dimensión geográfica en la historiografía, a pesar de la controversia e...

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Autor principal: Patricia García-Montón González
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Lenguaje:CA
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Publicado: Universitat Autonoma de Barcelona. Departament d'Art i Musica 2018
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Acceso en línea:https://doaj.org/article/2b5f1c4daef34c7e8874da900f014e65
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Sumario:En 1957, Europa vivió un momento clave en el proceso de su unificación, y qué mejor forma de celebrarlo, se pensó, que con una exposición a la moda, Il Seicento europeo, que, bajo las alas del Consejo de Europa, marcó una nueva dimensión geográfica en la historiografía, a pesar de la controversia en torno a lo barroco y sus redefiniciones por las sensibilidades identitarias. Razones más políticas que artísticas que, por las mismas fechas, en un año fundamental en la historia del bloque oriental, el de 1956, movieron al Museo Nacional de Varsovia a organizar exposiciones sobre la pintura europea occidental. Exposiciones que, frente a las que se habían venido celebrando durante el estalinismo, buscaron socavar las fronteras este-oeste, con su consecuente proyección en el imaginario colectivo. La diplomacia del arte se convirtió, por tanto, en un actor protagonista de la política exterior europea en los comienzos de la Guerra Fría. Fue entonces cuando se avanzó más que nunca hacia un diseño global de un supuesto acervo cultural común, y el arte de los maestros antiguos tuvo un papel protagonista. Se tejieron nuevas redes en la historiografía que contribuyeron a un conocimiento transnacional que minó el telón de acero y renovó la narrativa europea, y el barroco jugó muy bien sus cartas en este escenario internacional de historias interconectadas.