Su infierno es de otra índole.

La fauna se mueve, mientras que la flora se despliega a la vista. Toda una especie de seres animados está directamente asumida por el suelo. Tienen en el mundo su puesto asegurado, así como deben a la antigüedad su decoración. Diferentes en esto a sus hermanos vagabundos, no son sobreañadidos al mun...

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Autor principal: - Consejo de Redacción
Formato: article
Lenguaje:ES
Publicado: Asociacion Espanola de Neuropsiquiatria 1996
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Acceso en línea:https://doaj.org/article/49b6f95304d6403cbe68deed0d9c6d0d
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Descripción
Sumario:La fauna se mueve, mientras que la flora se despliega a la vista. Toda una especie de seres animados está directamente asumida por el suelo. Tienen en el mundo su puesto asegurado, así como deben a la antigüedad su decoración. Diferentes en esto a sus hermanos vagabundos, no son sobreañadidos al mundo, importunos al suelo. No vagan en busca de un lugar para morir, aunque sus restos, como los de los otros, sean absorbidos por la tierra cuidadosalnente. No hay ninguna preocupación alimenticia o domiciliaria en ellos, ningún entre-devorarse: no hay terrores ni carreras dementes, ni crueldades ni quejas ni gritos ni palabras. No son los cuerpos segundos de la agitación, de la fiebre y del crimen. Desde su aparición a la luz, tienen casa propia en la calle o en el camino. Sin preocupación alguna por los vecinos, no entran los unos en los otros por la vía de la absorción. No salen los unos de los otros por gestación. Mueren por desecación y caída al suelo o, más bien, por hundimiento sobre su mismo lugar; raras veces por corrupción. Su infierno es de otra índole.