Recepción de Agustín en el pensamiento de Lutero

"Consciente de su responsabilidad como doctor y como pastor", Lutero se apoya en su experiencia interior y en el estudio intensivo de la Sagrada Escritura, y es "conducido a redescubrir la misericordia de Dios, en medio de la angustia e incertidumbre de su tiempo". Se trata del &...

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Detalles Bibliográficos
Autor principal: Busquets D.,Joan
Lenguaje:Spanish / Castilian
Publicado: Pontificia Universidad Católica de Chile. Facultad de Teología 2002
Acceso en línea:http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0049-34492002000200004
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Descripción
Sumario:"Consciente de su responsabilidad como doctor y como pastor", Lutero se apoya en su experiencia interior y en el estudio intensivo de la Sagrada Escritura, y es "conducido a redescubrir la misericordia de Dios, en medio de la angustia e incertidumbre de su tiempo". Se trata del "descubrimiento reformador", que consiste en "reconocer la justicia de Dios, como justicia que da y no como justicia que exige y que condena al pecador". El justo vive por la fe, es decir "vive de la misericordia que Dios nos da por Jesucristo" (<A HREF="#55">55</A>). Este descubrimiento, liberador para él, encuentra confirmación en la doctrina de su maestro, san Agustín. Es innegable la presencia de la teología agustiniana en el tema de la justificación. Sin embargo, por ser la adhesión a la doctrina de Agustín posterior al "descubrimiento" de Lutero, este recibe más influencia del agustinismo posterior que de la doctrina estricta del santo obispo de Hipona. Lo más exacto es constatar en Martín Lutero un agustinismo desviado. En su combate contra la Escolástica, Lutero se sirve de Agustín. Este enfrentamiento, dominado por el subjetivismo y la desazón, le conduce a radicalizar su postura y a adaptar la teología agustiniana a su Reforma. Así interpreta abusivamente a Agustín como teólogo antiescolástico, antiaristotélico y, en definitiva, el anti-Tomás. La Orden de san Agustín mantuvo la tradición de su escuela teológica y levantó la bandera del pensamiento agustiniano, antes y después del reformador alemán. La hipótesis de la historiografía actual, sobre una vinculación entre el pensamiento de san Agustín, la teología de su orden y la del ex fraile agustino Lutero me parece sostenible (<A HREF="#56">56</A>). Este agustinismo teológico también encontró eco y alianzas en las corrientes "devotas", evangelistas y erasmistas de la prerreforma y la reforma católica. No debe olvidarse el ambiente devocionalista y reformista de los conventos que pertenecían a congregaciones de observancia (como el de Erfurt), que estaban influidos por la Mística renana, con su teología "negativa", y más por la Devotio moderna, con su espiritualidad subjetiva y experiencial, biblista y cristocéntrica (Tauler, Kempis, Teología Deutsch), a la vez que con cierto distanciamiento de la Iglesia jerárquica. En vísperas del concilio de Trento, el agustinismo tuvo un peso notable, especialmente a través del "partido" más proclive a establecer puentes con los reformadores (integrado por teólogos y reformistas católicos: Pflug, Gropper, los cardenales Pole, Contarini y Cervini). En el concilio "la batalla" sobre la justificación se llevó en nombre de Agustín. Con la doctrina de la doble justicia propugnada por Seripando, se pretendía mantener a la vez el punto de vista luterano complementado con el católico. El intento fue rechazado por Lutero y por el Concilio (que, sin embargo, no lo condenó). El decreto del Tridentino sobre la justificación conserva el estilo paulino y agustiniano y debe considerarse "la interpretación más exacta del pensamiento de Agustín" (<A HREF="#57">57</A>). Finalmente, Lutero se lanzó apasionada y angustiadamente a la búsqueda de lo que debía ser nuclear en la fe. Lo más central de la teología cristiana es la justificación del pecador exclusivamente por la acción de Dios. Es la misericordia del Padre que la realiza aplicando al hombre la gracia de su Hijo. Este "feliz intercambio" constituye su descubrimiento, su novedad, su evangelio, la única verdad. La comprensión oportuna de este estudio tiene su marco en el diálogo ecuménico entre las Iglesias. En efecto, iniciado en los albores del siglo XX, el ecumenismo va dando sus frutos, después de largos años de trabajo conjunto, muchas veces silencioso y siempre superando escollos. Los resultados en el campo más estrictamente teológico constituyen "un motivo de esperanza" y deben atribuirse, primero al movimiento ecuménico en toda su amplitud, pero también al espíritu y a los principios emanados por el Vaticano II (especialmente en el decreto Unitatis redintegratio). Por lo que toca a nuestro tema, este es el resultado todavía muy reciente: "Un amplio consenso se dibuja sobre la doctrina de la justificación que ha revestido una importancia decisiva para la Reforma. En efecto, solo por la gracia y por la fe en la acción salvadora de Cristo, y no sobre el fundamento de nuestros méritos, somos aceptados por Dios…" (<A HREF="#58">58</A>). Por fin, el 31 de agosto de 1999, se firmó en Augsburg el acuerdo oficial "sobre la doctrina de la justificación". Existe un consenso sobre las verdades básicas de la fe: "Juntos confesamos que es únicamente por la gracia por medio de la fe en la acción salvadora de Cristo y no sobre la base de nuestros méritos, que somos aceptados por Dios y que recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, nos capacita y nos llama a realizar obras buenas" (<A HREF="#59">59</A>). Las diferencias que subsisten de lenguaje, elaboración teológica y énfasis, son aceptables. Por tanto las diversas explicaciones luterana y católica de la justificación están abiertas las unas a las otras y no son obstáculo para el consenso mutuo relativo a los postulados fundamentales (<A HREF="#60">60</A>)