La persona del terapeuta: eje fundamental de todo proceso terapéutico
La persona del terapeuta ha sido un concepto mencionado desde los inicios del ejercicio de la psicoterapia. No obstante su mención y la importancia que tiene el tema, son muy pocos los estudios que se han referido a esto. Pareciera que el foco está puesto más bien en los pacientes que consultan y/o...
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Autor principal: | |
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Lenguaje: | Spanish / Castilian |
Publicado: |
Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía
2013
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Materias: | |
Acceso en línea: | http://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0717-92272013000100008 |
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Sumario: | La persona del terapeuta ha sido un concepto mencionado desde los inicios del ejercicio de la psicoterapia. No obstante su mención y la importancia que tiene el tema, son muy pocos los estudios que se han referido a esto. Pareciera que el foco está puesto más bien en los pacientes que consultan y/o en los procesos terapéuticos. En esta revisión bibliográfica se ha querido plantear la hegemonía que la persona del terapeuta tiene para llevar a cabo cualquier psicoterapia. Siendo el vínculo un elemento central que permite realizar toda terapia, la subjetividad del terapeuta es de crucial importancia, ya que es el terapeuta quien debe hacer los mayores esfuerzos para construirlo y quien debe hacer los mayores esfuerzos, también, por sostenerlo. El terapeuta ya no puede ser visto como una persona neutral, sino como alguien que inevitablemente se devela en cada intervención. Es preciso entonces saber de qué se habla cuando se refiere a la persona del terapeuta y cuáles resultan ser las características esenciales que se ponen en juego dentro de una psicoterapia. Para esto se requiere observar el proceso terapéutico desde una óptica de mutualidad, bidireccionalidad y asimetría. Al mismo tiempo, se desea conocer el concepto de la autodevelación del terapeuta como una herramienta esencial, no sólo en la construcción del vínculo, sino en la mantención del mismo y en la recuperación de las rupturas. Las rupturas de la alianza constituyen, por una parte, el mayor temor del terapeuta y, por otra, la mejor ocasión para hacer avanzar el proceso terapéutico. Esto último, en el entendido de que la energía del terapeuta estará permanentemente puesta en la reparación del vínculo, posicionándose como otro legítimo capaz de comprender, contener y ayudar al paciente a realizar la travesía que implica este encuentro. |
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